Todas las personas tenemos un anhelo de amar y ser amados, un anhelo de encuentro con otro que nos haga felices y a quien podamos hacer felices.
Con la seguridad del amor familiar nos sentimos acomodados hasta que en la pubertad y adolescencia comenzamos a buscar a la persona para amar, fuera del hogar.
La búsqueda del amor es a veces arriesgada pues en el intento quedan a veces heridas que dejan cicatrices y dificultan luego las buenas relaciones afectivas en el futuro. Y es que suele ocurrir que en el camino nos estrellamos con falsos amores, traiciones, errores y grandes dolores para el corazón.
El despertar de las hormonas, la inseguridad, la falta de experiencia, la ansiedad por sentirse amado, son factores que dificultan diferenciar que es y que no es un verdadero amor, y esto podría ocurrir a cualquier edad.
“Me equivoqué, no me amaba de verdad y solo me utilizó”, “era el amor de mi vida y ella me lo quitó”, “tod@s son iguales, nunca mas me enamoraré”, “Ya nada es como antes, se perdió la química”.
En la dinámica del aprendizaje del amor se entremezcla una lucha de poder femenino y masculino, de romance y fantasía, de conquista, celos y envidias que deben identificarse para que no dejen como saldo el haber sido utilizado por nadie ni haber usado a otros con o sin intención.
Amar es estar dispuesto a hacer cualquier cosa por el bien de la otra persona incluso algo que a ambos no les guste. ¿Ya estás listo?
En realidad no se puede dar la respuesta hasta que se lo experimenta, pero hay demasiada experiencia en el amor como para hacerse el sordo. De las sanas elecciones que se hagan hoy dependerá gran parte de la felicidad en el futuro.
Estar enamorado es maravilloso. Yo aún lo estoy desde que conocí al hombre de mi vida y del que me enamore hace 23 años. La pasión no es el amor. Los celos no lo comprueban, la traición a un amig@ suele no valer la pena por un romance pasajero, la envidia por “un buen partido” y la carrera por obtenerlo, como trofeo no da más valor si se triunfa.
El amor no puede ser ciego pues toda ceguera lleva a la desesperación, y esta se basa en la ceguera, es decir en tener algo ante tus ojos que tapa e impide ver a las demás.
La confianza y la sinceridad dejan transparente una relación y destapan cualquier impedimento. Lo importante es ser uno mismo y no buscar deslumbrar al otro. El respeto a si mismo obliga a esperar el momento oportuno y a elegir a la persona que realmente merezca lo que cada uno vale.
Solo un “yo” que busca un “tu” puede dar paso a un “nosotros”. Pero si en una relación se busca al mismo “yo” ni siquiera se encuentra a “si mismo” sino a un vacío que se llama egoísmo y que tiene un efecto emborrachante que induce a buscar el placer momentáneo de sentirse héroe un instante. Al final solo queda una nada.
Entrar en el juego de poder consigo mismo como pieza de tablero, buscar solo satisfacer las pasiones o ir de tumbo en tumbo, aceptando cualquier intento “para ver si resulta” es cosificarse. La persona no es cosa, es persona y merece lo mejor para su vida.
Busca la ruta correcta del amor, escucha a quienes ya la vivieron. Esta marcada y es única para ti y para cada amor verdadero.
María Helena Manrique de Lecaro
Directora de Orientar