La personalidad es algo en continuo movimiento y dinamismo. No es como una licencia o visa, no llega de un día para otro a cumplir metas absolutas, es una evolución continua que se da a lo largo de la vida. La personalidad de cada uno es única, porque la fusión de los elementos que la integran no se da por igual en nadie. Es un sello individual e irrepetible.
A la personalidad la integran la herencia, que es el equipaje genético con el que llegamos al mundo, el ambiente en donde nos desenvolvemos y las experiencias personales que se van sumando desde que naces. Es la triada que conocemos como lo físico, psicológico y social.
Una persona inmadura es alguien que no ha logrado desarrollarse totalmente dentro de estos elementos. Para comprenderlo mejor usaré como pauta el decálogo que el siquiatra humanista español Enrique Rojas, especializado en trastornos de personalidad, nos describe en su artículo sobre ¿cómo es una personalidad inmadura?
- Desfase entre la edad cronológica y la edad mental. No parece de la edad que tiene. Son adultos con conductas “adolescentizadas”, retrocedidos en su etapa, es que algo se quedó estancado en su maduración.
- Desconocimiento de uno mismo. No conoce sus fortalezas y debilidades. Se hace castillos en el aire con sus propias capacidades inexistentes.
- Inestabilidad emocional. Las heridas del pasado no han sido sanadas y por eso reacciona desde estas, pasa de una emoción a otra sin saber a qué atenerse. Es una caja de sorpresas permanente.
- Poca, baja o nula responsabilidad. No puede responder satisfactoriamente a las obligaciones de su vida familiar, laboral o social. Es inconstante.
- Mala o nula percepción de la realidad. Sobredimensiona las experiencias que vive, exagera o minimiza las palabras o gestos de los demás, lo amenazan eventos que para la mayoría pasarían por alto.
- Ausencia de un proyecto de vida. Va como veleta al viento. Improvisa no por creativo, sino por desordenado; y porque no ha sabido comprometerse con algo o alguien.
- Falta de madurez afectiva. Es un picaflor, se le dificulta anclarse responsablemente en sus relaciones con los demás. Siente que si se compromete pierde su libertad y si lo hace, se dedica a vivir en conflicto sin poder ser feliz o hacer feliz a su pareja.
- Falta de madurez intelectual. No analiza con juicios apropiados las situaciones, no racionaliza acertadamente, no puede llegar a conclusiones válidas. Poca educación de la voluntad. La voluntad es el músculo que, bien entrenado, conduce a las metas. Ellos tienen ese músculo flácido y por ello quieren hacer siempre lo que les apetece en vez de lo que deben hacer.
- Criterios morales y éticos inestables. Los valores éticos y morales son la brújula interna de los actos. Sin embargo cuando no forman parte del eje de acción de la persona, esta opta por la presión social, por la tendencia, por la conveniencia.
Revisa estos indicadores para ti o para otros. Tener la mayoría de estos indicaría que se es una persona inmadura. Esto es un trabajo personal en el que cada uno debe trabajar para lograr sus propios cambios.
María Helena Manrique De Lecaro
Directora de Orientar
@orientar_tuvida
4 de Marzo del 2023