Los educadores tienen la posibilidad de crear una obra maestra.
Es un trabajo infinito, porque cada uno de los seres a nuestro cargo tiene una unicidad, riqueza y potencialidad que puede descubrirse, reforzarse, tallarse.
Si te internas solo un poco en el complejo mundo de cada uno, descubres tal riqueza que puedes vivir el gozo de un escultor cuando tiene al frente un pedazo de mármol que empezará a trabajar; pero también la frustración de no ser capaz de realizar todas esas posibilidades que ves en potencia.
No depende solo de ti, depende de su familia, del trabajo anterior que hubo con y en él. Depende de su naturaleza y también de su voluntad.
Este encuentro permanente con las potencialidades humanas de cada estudiante confrontan tus propias posibilidades de educador, de ser humano, de ser capaz de tocar en una parte del alma de cada uno.
Y es un plan infinito que ningún proyecto educativo completa.
Cuando la pasión te impele a dar lo mejor de ti, en cada instante vives intensamente cada momento educador. Y sabes que ellos no lo saben, que sus padres tampoco. Al menos no en la medida en que lo vivimos.
Y la tarea queda inconclusa, como inconcluso es el ser humano y su finitud.
Pero tu quedas llena, esperando volver a tener la oportunidad de ser parte de una nueva escultura…
Gracias queridos padres por confiarnos a los educadores una parte de esa escultura de infinita formación.
María Helena Manrique Miranda
Directora de Orientar
2011