El divorcio

No importa cual es el porcentaje de divorcios en el mundo o aquí, porque cada uno deja un dolor suficiente en padres e hijos como para salir en búsqueda de ayuda y conocer lo que sea útil, y mejor para aminorar esas secuelas en cada una de las personas de las familias.

No es proceso que se haga sin dolor pues hacer frente a sentimientos de ira, rabia, culpa o alivio requiere una reorganización interior emocional muy fuerte que conviene hacerlo acompañado de alguien que pudiese encauzarlo apropiadamente.

Dialogando con mis adolescentes, algunos en pleno dolor por la separación e inminente divorcio de sus padres y otros ya desde la perspectiva del tiempo y superación de la crisis me comprobaron que muchas de sus experiencias nos sirven de lección para omitir algunos errores que suelen repetirse.

“Mi madre ya destruyó la imagen de mi padre para mí, no quiero que lo haga con mis hermanos.” Me decía un joven de 15 años.

La necesidad que tiene todo hijo de su padre o madre aunque este haya sido un mal ejemplo obliga al adulto, aunque esté herido, a anteponer las necesidades de los hijos a las suyas y a no hacer de ellos receptáculo de todos los resentimientos con este.

A veces los hijos están mejor dotados de esa fuerza que se necesita para reajustarse como me lo demostró un joven: “Yo hice una elección de amor, me fui a vivir con el que mas me necesitaba: mi papi, pues mi mami es mucho mas fuerte que él”. 

El objetivo de la reorganización familiar es que ambos padres además de resolver sus propios conflictos continúen responsabilizandose por sus hijos pese a la separación. 

Que la pareja mejore o mantenga su relación de padres independientemente de la relación conyugal y de la disputa no es fácil, pues mientras se disuelve una relación es necesario construir otra que privilegie el bienestar de los hijos.

Para saber si una familia ha satisfecho la mayoría de los requisitos saludables para un divorcio mejor ajustado deben comprobarse según Isaacs, Montalvo y Abelsohn en el libro “Divorcio Dificil”, algunas pautas: 

Si los niños y los adultos viven con esquemas saludables de conducta.

“Lloré mucho cuando ellos se separaron, pero ahora que han pasado los años se que es mejor para todos. Tengo mejor relación con mi papi a quién veo frecuentemente. Mi mami, mis hermanos y yo estamos bien.”

La comunicación entre los padres para las cuestiones logísticas de los hijos como permisos, dinero, visitas, salidas con ellos, fiestas familiares no debe ser arma de venganza o resolución de los conflictos. Encuentro repetirse esta situación:

“Me ponen en la mitad de los dos, pido dobles permisos, a veces me lo dan o me lo quitan según el ánimo del uno con el otro o si mi pensión está o no atrasada. Aprendí a mentir y manipular porque sinó yo no puedo vivir tranquila y disfrutar mi propia vida.”

El padre que no esta en casa viviendo con los hijos debería ser de fácil o estructurado acceso.

La pérdida es suficiente para añadirle la angustia de los encuentros con sus padres, y la estabilidad de las visitas o salidas puede hacer la diferencia y compensar de alguna forma el vacío que queda.

Si los parientes políticos respetan los límites sin fomentar riñas, sobreproteger o intercambiar afecto por bienes es también un punto favorecedor o entorpecedor de la modificación.

Establecerlos claramente vía dialogo y no disputa es el camino mas seguro a largo plazo. El dinero o ayuda que los abuelos o parientes den a los hijos debilitan a veces la fuerza necesaria.

Los padres unidos o separados no pueden ser sustituidos en su rol por nadie y conservar los vínculos que permitan el desarrollo saludable de los hijos debe ser la prioridad. Muchas parejas han sido capaces de hacerlo eficazmente y sus hijos luego tienen herramientas para formar familias felices.

María Helena Manrique de Lecaro

Directora de Orientar

Revista Estrenos. 2006

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