Mi esposo y yo quisiéramos llevar a un taller de formación sobre Facebook a nuestros hijos (un varón de 16 y una mujer de 14), pero ellos dicen que ya saben todo eso. La última vez nos hicieron llegar tarde y preferimos ni entrar al curso porque ya estaba muy avanzado. Los llevamos a comer y les explicamos por qué era importante, pero insistieron que ellos deberían ser tomados en cuenta en su opiniones. Nosotros podríamos imponernos, pero creo que es mejor influir en ellos positivamente para que quieran asistir.
¿Cuál es la opinión de ustedes?
Mariana R.
RESPUESTA:
Creo que tu esposo y tu aprovecharon de forma muy útil el espacio que el «boicot» les brindó porque probablemente el otro escenario posible al darse cuenta de lo que los chicos habían hecho hubiese podido ser retarlos, enojarse, castigarlos o cualquier otra reacción que no hubiese dado ningún fruto.
Ustedes, inteligentemente, vieron allí una oportunidad y le sacaron el máximo de provecho volviéndolo un espacio democrático en donde ellos pudieron expresar sus razones o sentimientos por los cuales no ir a ese u otros talleres. Y eso es un logro y fortalece la confianza, apertura y comunicación familiar.
Sin embargo, desde mi perspectiva, creo que los adolescentes, aunque pueden y deben opinar sobre muchas de las cosas que les gusta o prefieren, no pueden tomar las decisiones sobre aquello que es necesario para su formación porque justamente eso es aquello que por su inmadurez natural y etapa les hace falta.
Los que realmente pueden tener la visión de lo que ellos necesitan son sus padres. Y durante toda esa etapa un permanente tranzar, forcejear, ceder, serán parte de las incomodidades que ambos lados tendrán que sortear en esta convivencia, no siempre de acuerdos mutuos.
Puede ser que este taller en especial no sea el caso de necesitar obligarlos a asistir, pero en general me voy por la opción de que en la elección del aspecto formativo y los medios que los padres elijamos «no hay chance al pataleo».
Habrá por supuesto que hacer las mejores elecciones para tratar de no fallarles en cuanto a lo interesantes que puedan ser esas fuentes, pero también hacerles saber que si en alguna ocasión estas elecciones de nuestra parte fallan, son parte de lo probable, y no razón suficiente para no volver a aceptar una nueva propuesta de sus padres.
Todo esto es un arte… ir reflexionando en el camino, es la forma en que podemos aproximarnos mejor a los pasos errados o a los certeros.
María Helena Manrique de Lecaro
Directora de Orientar