Interferencia en el amor conyugal

“Somos animales amorosos”, dice el filósofo chileno Humberto Maturana, al punto de que enfermamos si nos quedamos sin amor. Y sabemos que amando nos convertimos también en personas amadas.

La vida conyugal requiere de un nivel de mutualidad complementaria, que implica el intercambio recíproco de los dones de cada cónyuge, que se entregan de forma equilibrada a lo largo de la vida marital, aunque en ocasiones uno de ellos se encuentre, por diferentes motivos, más fortalecido, más capaz de dar y en otros momentos sea lo contrario.

Elementos e interferencias

Hay tres niveles en los cuales se debe dar la reciprocidad del amor conyugal: en el plano cognitivo, emocional y pragmático. Sin embargo, el amor requiere de unos elementos para que funcione adecuadamente, que pueden ser interferidos parcial o totalmente.

Cariño, ternura

Es el espacio afectivo que supone una implicación emocional, un espacio en donde se atienden las necesidades del otro y que deviene naturalmente del sentirse valorado y reconocido por el otro. Esto no es trivial, es indispensable porque darse implica una renuncia a sí mismo y posponer las necesidades propias a favor del otro y por amor. Es una actitud proactiva que surge del “querer darle gusto”, de querer engreírlo y hacer cosas concretas por el otro, a través de las cuales siente el amor. Se hacen sacrificios por el otro que lo hacen sentirse feliz.

Lo contrario es furia y rabia episódicas, así como confrontaciones permanentes y luchas de poder con la pareja, son la consecuencia de no tener este espacio cubierto en la relación.

Reconocimiento

Es el espacio afectivo que supone una implicación emocional, un espacio en donde se atienden las necesidades del otro y que deviene naturalmente del sentirse valorado y reconocido por el otro. Esto no es trivial, es indispensable porque darse implica una renuncia a sí mismo y posponer las necesidades propias a favor del otro y por amor. Es una actitud proactiva que surge del “querer darle gusto”, de querer engreírlo y hacer cosas concretas por el otro, a través de las cuales siente el amor. Se hacen sacrificios por el otro que lo hacen sentirse feliz.

Lo contrario es furia y rabia episódicas, así como confrontaciones permanentes y luchas de poder con la pareja, son la consecuencia de no tener este espacio cubierto en la relación.

Valoración

Se da a nivel cognitivo, pues aprecia al otro con sus cualidades y lo valora con toda su variedad y riqueza. Este elemento se percibe del otro inclusive aunque no lo verbalice, puesto que el trato lo expresa constantemente. No es posible el amor pleno sin que este elemento se integre en la relación.

Lo contrario es la descalificación. A veces las cualidades del otro entran en contradicción con las propias; es decir, el otro es muy distinto y no se comprende esa sensibilidad o forma de ser; o lo contrario, la pareja es muy parecida y eso le genera cuestionamientos de la propia singularidad y lo que quisiera es sentirse superior. Si uno descalifica a su pareja, eso interfiere en la relación volviéndola insoportable de convivir por la constante minusvaloración que recibe de quien ama.

Deseo

Es compartir con el otro el “eres mío porque también soy tuyo”, y el cuerpo expresa lo que el alma lleva por dentro, del amor que siente, de saberse valorado, apreciado y reconocido por el otro. Sabemos que fácil es desnudar el cuerpo, pero no así el alma, y que un encuentro sexual auténtico es una ofrenda de amor que se realiza en el cuerpo del amado y que se disfruta no solo desde el placer, sino sobre todo desde el espíritu. Aquí residen algunas interferencias del amor conyugal.

El maltrato, es la primera y más directa interferencia del amor. El ser humano maltrata cuando no se siente amado y cuando está más interesado en dominar que en amar. Resiente, lesiona, ofende y deja heridas difíciles de reparar que muchas veces llevan a la terminación de la relación, y por supuesto del amor.

Revisa estos elementos. Observa si hay alguno obstaculizando tu matrimonio y si necesitas ayuda no dudes en acudir a un profesional.

María Helena Manrique de Lecaro

Directora de Orientar

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