La depresión adolescente

¿Qué es la depresión?

Es un trastorno de la salud mental, que afecta el cerebro y el estado de ánimo, lesionando la afectividad del individuo y que le causa, tristeza, abatimiento, sensación de vacío, ansiedad, desgano y es causa de sufrimiento para quienes la padecen como para quienes conviven con el depresivo. Se la denomina un síndrome vital depresivo puesto que afecta también el funcionamiento de la persona en diferentes dimensiones pero  que pueden y deben ser intervenidos a fin de ser aminorados o superados. La depresión severa o mayor puede causar la muerte de las personas.

Los pacientes lo describen como un profundo sufrimiento interior que los sobrepasa y en el que la culpa, el miedo, la sensación de estarse volviendo loco y los deseos de morir son descritos con su mano en el pecho como oprimiendo y describiendo algo difícil de comprender para si mismos.

El abatimiento del depresivo consiste en que se mira a si mismo de forma distorsionada, mira al mundo con pesimismo y siente que los demás también lo perciben de esa forma. Esto deviene de patrones de pensamientos alterados como: inutilidad, desamparo y desesperanza que son la triada cognitiva de depresión y factor de riesgo para esta enfermedad.

La enfermedad que es progresiva y gradual, se presenta con mayor incidencia en las mujeres y es común entre los adolescentes ya que esta es la edad en la que se dan sus primeras señales o se presentan la mayor parte de los trastornos siquiátricos siendo sus características algo distintas a las que presentan los adultos.

El enfoque sistémico

Sabemos que la tendencia depresiva puede ser también genética pero encontramos que ciertos factores de la historia de la niñez de la persona deprimida son determinantes en su desencadenamiento. *Linares y Campo lo describen  en su libro Tras la Honorable fachada en la que analizan la depresión desde una perspectiva relacional y que tiene que ver con laspérdidas o decepciones vividas en la historia de la persona deprimida tales como: la imposibilidad de mantener una relación estable con los padres a pesar de los esfuerzos por satisfacer sus exigencias y sus expectativas poco realistas; las figuras de apego (padres, abuelos, cuidadores) casi inalcanzables que lo rechazan o castigan permanentemente y pérdidas reales ya sea por muerte y separación de personas importantes durante la niñez.

Una visión relacional

Para sentirse amado por sus padres un hijo debe sentirse reconocido, valorado, querido y adecuadamente sociabilizado. De allí parte la fortaleza interior desde la que se mira a si mismo y mira al mundo. Pero si durante su desarrollo un niño ha sido permanentemente descalificado, desconfirmado, y además hiperexigido con respecto de responsabilidades y metas que nunca satisfacen a sus padres y además es sensible a lo que se espera de el, acaba siendo quien en la familia podría presentar los síntomas de depresión.

En este conjunto de características familiares, un pequeño fallo académico o conductual puede ser vivido como un fracaso intolerable, que recibe reprimendas desfasadas en relación al hecho y descalificaciones al hijo que las comete que menoscaban su autoestima y lo hunden en una desesperanza de ser aprobado, y valorado algún día por sus padres.

En los niños, y luego adolescentes de estas familias, se produce una dinámica de exigencia-fraude que forja un vacío interno, una sensación

permanente de decepcionar a sus figuras de apego más importantes y por supuesto a si mismo. Este juego de relaciones intrafamiliares van generalmente acompañados de una fachada de “aquí todo está perfecto” que se reviste de una adecuadísima conducta normativa que ayudan a aparentar  que todo está bien dentro de la familia.

De allí en ocasiones aquella tentativa de suicidio de gravedad creciente que lleva a niños o adolescentes a dar por terminada esta angustia existencial de ser el culpable de no haber podido estar a la altura de las exigencias así como a aliviar la carga que atormenta a sus padres por ser el hijo que los mortifica y porque no, de castigarlos discretamente con ello.  

Indicadores de atención

Muchos adolescentes no muestran necesariamente un aspecto sombrío o triste con el que se asocia comúnmente a la depresión, sino al contrario se muestran hiper-socializados, simpáticos y con gran habilidad para caer bien a los demás ya que eso es parte de la fachada familiar que se exige. Sin embargo, la tarea más pequeña les parece como escalar una montaña y se muestran irritables y sin energías, con dificultades para concentrarse y rendir académicamente de forma satisfactoria, con cambios de carácter, rebeldía, conductas de riesgo como abuso de alcohol u otras drogas y con síntomas físicos que externalizan el síntoma como enfermedad en su cuerpo.

Intervención médico – terapéutica de la enfermedad

Muchas veces la depresión va acompañada o presenta inicialmente un síntoma de una enfermedad que la enmascara. Por ello, el diagnóstico diferencial debe contemplar los exámenes médicos y de laboratorio completos puesto que hay ciertas enfermedades, infecciones, o medicamentos que presentan los mismos síntomas que la depresión.

El diagnóstico se hace no solo identificando los síntomas sino contextualizándolos en la historia que trae la persona y en su vida actual por ellodesde un punto de vista terapéutico, la intervención que se realice a esta problemática debe utilizar -indagar- en las relaciones familiares que se han tejido en el entramado histórico del paciente y que seguramente permanecen aún vigentes.

La depresión no es algo que se puede modificar a voluntad o que depende de que “se ponga esfuerzo“ de parte del sujeto afectado. Requiere una intervención profesional.

El tratamiento varía de acuerdo con las necesidades específicas de cada paciente, pero un tratamiento farmacológico debe apoyar y complementar un tratamiento psicoterapéutico, no sustituirlo. Hay psiquiatras que también tienen formación en psicoterapia pero de no tenerla es necesario combinar a dos profesionales que manejen la dimensión tanto biológica como sicoterapéutica.

Francisco Alonso-Fernández, médico siquiatra y neurólogo españól describe cuatro dimensiones que afectan al depresivo y desde la que se pueden ser evaluados.

En el estado de ánimo depresivo: sobresalen pesimismo o amargura,

la desesperanza, la tristeza, el hastío de la vida o la falta de placer, las preocupaciones morales o económicas, la hipocondría, las cefaleas, la opresión precordial y sensaciones de malestar corporal.

En la anergia: el aburrimiento o la apatía ( falta de ganas ), las cavilaciones obsesivas la indecisión la disminución de la actividad habitual en los trabajos o diversiones, la fatiga corporal y disminución del apetito sexual.

En el sector de la discomunicación: aflicción y retraimiento social, las sensaciones de soledad o aislamiento, la irritabilidad, el abandono de las lecturas, radio, televisión u otros medios tecnológicos y el descuido en el arreglo personal.

En la dimensión de la ritmopatía: insomnio, la pérdida del apetito y de peso. El 50 % de las fases depresivas comienzan con un trastorno del sueño. Si una persona , joven o adulta manifiesta tres o cuatro aspectos de lo anteriormente mencionado, sobre todo de la misma dimensión, durante un mínimo de dos semanas es probable que esté iniciando una depresión.

¿Cuando deben los padres preocuparse?

El doctor Ricardo Rozados médico especialista en Psiquiatría Biológica y experto en este tema lo describe con claridad en su página: (http://www.depresion.psicomag.com)

Los padres deben de buscar ayuda si uno o más de los siguientes síntomas de depresión persisten: 


  • Tristeza persistente, lloriqueo y llanto profuso. 

  • Desesperanza. 

  • Pérdida de interés en sus actividades favoritas; o inhabilidad para disfrutar de las actividades favoritas previas.
  • Aburrimiento persistente y falta de energía
  • Aislamiento social, comunicación pobre.
  • Baja autoestima y culpabilidad. 

  • Sensibilidad extrema hacia el rechazo y el fracaso.
  • Aumento en la dificultad de relacionarse, coraje u hostilidad. 

  • Dificultad en sus relaciones. 

  • Quejas frecuentes de enfermedades físicas, tales como dolor de .
  • Ausencias frecuentes de la escuela y deterioro en los estudios cabeza o de estómago.
  • Concentración pobre. 

  • Cambios notables en los patrones de comer y de dormir.
  • Hablar de o tratar de escaparse de la casa. 

  • Pensamientos o expresiones suicidas o comportamiento autodestructivo.

Así mismo Rozados nos da la descripción de los indicadores de riesgo de suicidio, del adolescente que pudiera estarlo contemplando:

“Quejarse de ser una persona mala o de sentirse «abominable», lanzar indirectas como: «no les seguiré siendo un problema», «nada me importa», «para qué molestarse» o «no te veré otra vez», poner en orden sus asuntos; por ejemplo, regalar sus posesiones favoritas, limpiar su cuarto, tirar papeles o cosas importantes, etc., ponerse muy contento después de un período de depresión, y tener síntomas de psicosis (alucinaciones o pensamientos extraños). 
Si el niño o adolescente dice, «yo me quiero matar» o «yo me voy a suicidar«, tómelo muy en serio y llévelo al terapeuta para que evalúe la situación. La gente se siente incómoda y no le gusta hablar sobre la muerte. Sin embargo, puede ser muy útil el preguntarle al joven si está deprimido o pensando en el suicidio. Esto no ha de «ponerle ideas en la cabeza»; por el contrario, esto le indicará que hay alguien que se preocupa por él y que le da la oportunidad de hablar acerca de sus problemas”. Si una o más de estas señales ocurren, los padres necesitan hablar con su hijo y buscar ayuda profesional.

Consejo para los padres

Desde mi profesión de orientadora, familiar y actuando desde el campo de la prevención que es mi especialidad a través de los talleres que impartimos, con padres e hijos podría afirmar lo vital de atender como prioridad los aspectos de la afectividad como ese alimento para la autoestima y forma en que ese hijo abordará la vida y todos sus vaivenes.

Creo que sostener una comunicación profunda, no de redes tecnológicas con los hijos ni solo de fotografías permanentes, sino de realidades, de sentimientos de sueños, de escucha realmente activa es un desafío que la actual generación de padres tiene como tarea.

Un desempeño claro de los roles parentales que no ejercen de amigos sino de padres, establecen límites claros pero flexibles conforme a cada edad de los hijos y les dan un marco de seguridad que no es fácilmente reemplazado por otras fuentes falsas de estructuras y apoyo que busca todo niño y adolescente para estar seguro.

Ponerles exigencias que no sobredimensionen las capacidades de los hijos y sobre todo combinadas con un amor que no se exprese en función de su desempeño, de sus calificaciones o de su conducta sino sino que se manifieste a pesar de sus defectos y limitaciones, por el solo hecho de ser ellos, nuestros hijos, a quienes trajimos al mundo.

María Helena Manrique de Lecaro

Directora de Orientar

Revista Hogar, 2015

*Dr. Juan Luis Linares El doctor Juan Luis Linares es psiquiatra y psicólogo. Su amplia trayectoria profesional lo convierten en uno de los terapeutas sistémicos más prolíficos. Ha creado y dirige la Escuela de Terapia Familiar y de la Unidad de Psicoterapia del Hospital de la Sta. Cruz y San Pablo de la Universidad Autónoma de Barcelona, y es el actual presidente de la Red Española y Latinoamericana de Escuelas Sistémicas (RELATES), codirector de la revista REDES, así como miembro destacado de la American Family Therapy Academy.

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