Mientras más me das, más me merezco.
“Los niños británicos son los más infelices del Occidente, según un estudio de UNICEF que abarca los 21 países más industrializados del mundo. Estado Unidos le sigue de cerca. Un estudio financiado por el gobierno inglés prueba que el número de niños con enfermedades psiquiátricas se ha duplicado en los últimos 30 años. Uno de cada diez niños sufre desórdenes como la depresión, anorexia o conductas antisociales.”
“Paradójicamente, en las sociedades occidentales más avanzadas, existe un clima político y cultural hiperprotectivo de los derechos de la infancia. El resultado, sin embargo, es que estamos formando una generación consentida de niños y jóvenes que son tiranos en sus hogares e inviables socialmente.”
“Esta es la denuncia, de tonos alarmantes pero bien documentada, del Dr. Aric Sigman, Fellow de la británica Royal Society of Medicine y de la British Psycological Society, padre además de cuatro hijos, quien ha escrito el libro La Generación Consentida.” -Norberto Gonzales, pagina web Family and Media.
Nuestra sociedad latinoamericana difiere mucho de la circunstancias del primer mundo en el que Sigman realiza sus estudios pero también coincidencias que nos hacen poner las barbas en remojo respecto de aquello que podríamos cosechar en nuestros jóvenes, si las familias flexibilizamos los límites, somos irreflexivos con la sociedad de consumo y aceptamos como norma todo lo funcional de esta nueva era hiper-tecnologizada.
Muchos de los jóvenes y niños que hoy en día nos rodean comparten ciertas características que van en aumento.
Están conscientes de sus derechos pero muy poco de sus obligaciones. La vida les debe dar siempre mucho y ello se lo merecen. Piden más y mucho más porque todos los otros tienen un algo o aquello. Se sienten menos sin eso y logran generar en los padres una culpabilidad por la carencia de aquello. Los padres se vuelcan al trabajo para cubrir dichos déficits. Está confuso el criterio que esclarece si esas peticiones son necesidades reales, juguetes, privilegios o desfases con la edad, el tiempo o la circunstancia que viven los beneficiarios de todas estas solicitudes.
Norberto González, quién realiza la síntesis de este libro La Generación Consentida, en su sitio web de Family and Media http://www.familyandmedia.eu/es nos presenta las causas de esta situación estudiadas por Sigman:
- Padres estresados por el trabajo que apenas pueden dedicar tiempo a sus hijos;
- Familias desechas y rehechas en las que los hijos aprenden a chantajear emotivamente a padres que se sienten culpables;
- Clima cultural que homogeniza el papel del padre y de la madre confundiendo así la psicología de los niños que necesitan roles complementarios y no “dos madres”, una titular y otra ayudante;
- Déficit de paternidad en las familias;
- Exceso de atención delegada en instituciones externas a la familia (guarderías) debido a las condiciones laborales de la sociedad;
- Padres desorientados en su papel de formadores por influencia de ideologías educativas libertarias asumidas socialmente en modo acrítico…
Observamos que los límites de los hijos, menores de edad se han extendido. La competencia de ellos es mayor en cuanto a las decisiones que toman y la democracia que ejercen dentro del hogar es la misma que pretenden llevar a los demás contextos en donde se educan como escuela y colegio.
Los educadores reportan permanentemente dificultades en cuento al manejo la conducta ya no solo de adolescentes como era lo usual y además pronosticable, sino de los niños de primaria, de los pequeños de la escuela.
Se condiciona a veces al niño en la escuela por la interrupción y la “falta de límites” que impide trabajar con el resto del grupo en clase pero esto no es sino producto de la falta de límites que los padres no tuvieron la entereza de poner o que delegaron a las pantallas o terceros.
Otra de las causas de esta generación floja de voluntad y bastante exigente es el entorno tecnológico que los rodea y la “instantaneidad”, que les regala ese “click” de distancia de la información que necesitan, de los contactos que quieren, de las fotos que desean enviar y mucho más; volviéndolos desesperados por todo, impacientes y permanentemente recompensando en varios sentidos.
Cuando ellos traspolan estas relaciones de rápidas respuestas hacia sus padres, a las relaciones de pareja, a sus metas personales todo puede parecerles una eternidad y nada llega conforme al tiempo y en la cantidad que ellos creen merecer (o que la tecnología les podría dar). Todos quedamos en déficit ante sus expectativas.
Esto, más la culpabilidad que sienten los padres de la ausencia del tiempo que no pueden compartir con ellos los vuelve hijos de padres compensatorios que se sienten en falta y adeudan a sus hijos lo que en realidad deben y también aquello que no deben. El joven percibe ese sentimiento y ambos se engachan en una relación de “te mereces mucha más pero no te lo puedo dar” y “mientras más me dan más me merezco”. La ingratitud de hijos a padres y el desconocimiento de muchos de sus esfuerzos a pesar de sus errores es el plato fuerte de esta generación.
Los padres compensadores, entregan cosas materiales en cuanto pueden, y esto desalienta en sus hijos el espirito de sacrificio reforzando con creces los engreimientos de esta generación consentida.
La presión de la sociedad de consumo es tan grande que en muchos jóvenes y a veces niños, cuyos padres no pueden “compensar” lo que supuestamente les falta, el hurto o lo delincuencia son las vías que le permiten autogestionarse sus propios recursos para obtener de inmediato aquello que desean o creen merecer.
CONCLUSIÓN
Pero los cambios en los que ésta generación ha estado inmersa no los hace responsables de sus resultados. Los padres, educadores y en gran medida los medios de comunicación son quienes pueden, aprovechando la ventaja de una era tan dinámica e interactiva, pautar en aquellos aspectos que hagan de sus hijos y jóvenes, personas recias, sobrias, templadas y capaces de ser gratos con sus padres y la vida, en las buenas y en las malas.
La tarea de padres en esta generación sería:
- Rescatar el valor de autoridad.
- Comprender que los padres no pueden ni tienen que dar todo a sus hijos.
- Desenterrar el valor del sacrificio para enseñarles que: lo que vale cuesta, que luchar es esperar, que hay que invertir para ver los frutos.
- Demostrarles que los resultado, en el plano humano, no ocurren como en muchos de los aspectos que ellos manejan en sus vidas –clickeando-.
- Enseñarles la gratitud siendo, en primer lugar gratos -de palabra y obra- con los propios progenitores.
- Retomar la seguridad parental de que poner límites no es simpático para nadie, pero en cambio, si, absolutamente necesario.
- Conocer que la culpa no conduce a nada positivo sino que engancha al consentido para afirmarle su creencia de que la vida y sus padres están en deuda con ellos.
María Helena Manrique de Lecaro
Directora de Orientar
Revista Vive, 2011