La improvisación lleva al caos

Nos vamos acomodando en la vida y creyendo que la tenemos garantizada,  que la salud es un derecho, que los hijos son la bendición que merecemos, un premio a nuestros méritos.

Y entonces nos instalamos en la aparente seguridad que nos dieron nuestros propios esfuerzos. Y olvidamos los imprevistos, las potenciales enfermedades, los desastres naturales, la irresponsabilidad de otros, y nuestras crecientes limitaciones que llegarán con la edad pese a cualquier espíritu positivo que se tenga.

Cuando tenemos lo inesperado de frente es que apreciamos o lamentamos el haber previsto o no ante esas posibles circunstancias que nadie, salvo los pesimistas, creyó que llegarían. Y es que la vida es una caja permanente de sorpresas que según como las enfrentemos nos permiten crecer en sabiduría y madurez o estancarnos en un lamento paralizante sobre los hechos.

La improvisación lleva al caos cuando es una forma de vida. Se deben planificar las cosas importantes, las que realmente valoramos. La familia debería ser el primer proyecto a ser previsto. Siempre habrá aspectos que se escapen a nuestras manos pero muchos de ellos es factible anticiparlos mediante el proyecto de vida familiar, la clarificación de prioridades y valores familiares y la consecuentes acciones hacia las metas propuestas.

La vida es también un regalo de amor. Hay que valorarla y ser grato invirtiendo en ella un proyecto que le de el auténtico sentido que tiene para cada uno y el que debe reflejarse en quienes también se ama.

María Helena Manrique de Lecaro

Directora de Orientar

Revista El club de suscriptores. Edición 55. Septiembre 2011

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