La vida nos regala la oportunidad de reiniciarnos a lo largo de toda ella. Pero hay etapas de nuestras fases evolutivas que remarcan aun más esa posibilidad.
¡Los 40! A veces temida por el supuesto antagonismo con la anhelada juventud, hoy idolatrada por la sociedad de consumo, es en realidad una oportunidad para hacer una pausa y formatearse –si lo necesitas-.
¿Pausa? Si, pero nada tiene que ver con la meno o andropausia. Es esa pausa que te permite hacer una limpieza de tu clóset personal y juzgar lo que es valioso y prioritario en tu vida.
Deborah Legorreta, autora del libro “La segunda adolescencia”, nos dice desde su propia experiencia que estas dos etapas: adolescencia y los 40, con muy mala fama por cierto, son las dos mayores oportunidades de nuestra vida para llegar a ser individuos plenos. Y quienes se niegan la oportunidad de estar en crisis y pretenden seguir con el mismo estilo de vida los mismos hábitos y la misma perspectiva ante si mismos y ante la vida, pierden la oportunidad de madurar en plenitud.
Nos explica que al igual que en la primera adolescencia caracterizada por los cambios de autoimagen, autoconcepto y autoestima, los 40 también revisten cambios similares. El éxito, por supuesto dependerá de la forma en que abordemos dichas transformaciones.
Pero al inicio de la segunda adolescencia el estrés puede ser mayor ya que además de los cambios internos, se agregan los cambios del entorno laboral, social y económico. Esto no ocurre con la libertad de la despreocupada adolescencia sino usualmente con la responsabilidad de una familia junto a quienes vives y van a compartir o quizás sufrir esa transición.
Separar lo que desea conservar de lo que debes descartar de tus ideas, sentimientos, paradigmas o prejuicios que no te son útiles y limitan tu salud y realización personal es el objetivo de esta re-edición personal.
Elegir una nueva carrera o concluir la que abandonaste, iniciar la afición que jamás practicaste, recuperar tus amigos o familiares mayores, lanzarte a un negocio o a un nuevo trabajo que temías emprender. O lo contrario renunciar a años de trabajo para disfrutar de forma diferente la vida, la pareja, los hijos o los nietos, la playa, el mar. Fortalecer tu personalidad complaciente o mas bien enternecer la que tienes. Reencontrarte con tu fe dormida o buscarla mas bien para hallar una nueva paz. Tal vez, reacomodar tu soledad. Son parte de las múltiples opciones que un balance personal podría demandar.
A partir de los 40, o un poco antes o después, de acuerdo a cada única persona, un cóctel de cambios hormonales irreguralizan cuerpo y mente, desconcertando a la mujer con irritabilidad en su humor, cambios de temperatura que son los clásicos bochornos, disminución de la libido, fatiga, falta de memoria, habilidad verbal, coordinación motriz, entre otros.
Por ello como norma básica las mujeres a partir de los 40 y antes de presentar síntomas de enfermedad deben acudir a los tratamientos anuales o bi-anuales de mamografía, ultrasonido ginecológico, papanicolau, densitometría ósea, evaluación hormonal, además de aquellos exámenes que por factores genéticos o antecedentes clínicos particulares cada persona deba solicitar.
Por temor a las costos médicos o negligencia, es común automedicarse hormonas en función de la prescripción ajena o simplemente de la publicidad más convincente. Cada sustancia es específica para cada caso y tiene efectos distintos, por ello lo más responsable es asumir la necesidad de prevenir y acudir a un chequeo anual, aunque nos sintamos o hayamos sido personas sanas durante nuestra juventud.
Esta etapa es una oportunidad para revisarte, recordar los sueños y visualizar aquello que recurrente y permanentemente soñaste y aún sueñas ser. Ahora conoces tus capacidades personales -sin autoengaños-. Lo que desees proponerte eres capaz de lograrlo y disfrutarlo mejor. No es tarde.
A veces ese reorganizarse interiormente también puede coincidir con la limpieza del closet de ropa y el despache resignado de aquellos iconos del vestuario que se mantenían con la esperanza del retorno a la talla anterior, y que significa aceptar las nuevas medidas del cuerpo, que más allá de los patrones estrictos de la exigencia mundial no deben impedir estar feliz con uno mismo.
Pero para poner a andar todo este proyecto requerimos tiempo y espacio personal para separar lo impuesto artificialmente por otros de lo auténtico y realmente valioso para nosotros.
Para emitir juicio de quienes somos y poder escucharnos al hacerlo necesitamos el silencio, regalarnos espacio y tiempo personal con mas frecuencia, alejándonos del ruido intenso de las expectativas externas y del estrés cotidiano en el que estamos ya embarcadas a gusto o disgusto y que nos aturden y que opacan nuestra voz interna.
¿Qué deseas lograr tu ahora que has llegado o pasado los 40?¿Qué tal los resultados de tu balance entre tus sueños y tus logros? ¿Saldo a favor? ¿Saldo en consulta? ¿Saldo en contra?
Deborah Legorreta nos enseña, a través de su libro a vivir con arte y no con harto, como lo hizo ella hasta el inicio de sus cuarenta. Vale la pena asesorarse por una experta.
María Helena Manrique de Lecaro
Directora de Orientar
Revista Vive, 2008