No hay publicidad de institución educativa anunciada en los medios que no incluya como parte de sus ofertas y valor agregado a su proyecto la educación de los famosos “valores”.
¿Por qué hacerlo?, Preguntaba un prestigioso rector y educador. ¿No es evidente que deben estar incluidos en el currículo de toda formación integral?. Su pregunta motivó este artículo.
Escuelas y colegios están llamados a complementar la educación de la familia y a fortalecer los valores que esta inculca desde la primera infancia.
Pero hoy el contexto ha cambiado y la familia no es la misma. El tiempo aquel que se compartía en tertulias o almuerzos relajados que podían incluir hasta la familia extendida: abuelos, tíos, primos, no se da más. Vamos corriendo por la vida con el tiempo apretado para coordinar o informar las actividades que continúan a fin de hacer una buena posta familiar. El espacio para inculcar los valores está muy reducido y estos no son hereditarios.
La responsabilidad de padre y madre en la formación ético-moral es insustituible, pero su ejercicio no se da en la medida del encargo. El colegio entonces regala un espacio que quizás si no lo incluye, ese hijo-estudiante, no lo recibirá jamás.
Parece simple y no lo es, la fuerza educadora de un padre y una madre sabemos los educadores, hace la diferencia en las actitudes y conducta de un alumno que tiene ese privilegio. La carencia de una mano conductora en la infancia es muy evidente de percibirse y hoy esos niños no son la minoría.
Por ello la institución está obligada a intentar cubrir esos vacíos que la cultura actual nos deja y que sin cubrirlos además no nos permite realizar un trabajo de aprendizaje y formación integral.
La mejor vía para educar estos valores es desde la aplicación directa de estos en la vida cotidiana de la escolaridad. El fundamento para ello es simplemente la honestidad de cada una de los directivos, maestros, personal administrativo y de servicio que se vinculan al proceso educativo.
Maestros esforzados por enseñar desde su máximo potencial, con las herramientas metodológicas que están a su alcance, y que se adaptan a la realidad del educando hoy globalizado prácticamente desde cualquier contexto socio-económico es el principal acto de honestidad que requerimos para formar en ellos los valores de responsabilidad, coherencia, laboriosidad, respeto al educando y al esfuerzo del padre de familia por buscar la mejor propuesta educativa para sus hijos
Inspectores, Tutores o Supervisores como los llaman en los diferentes colegios que ni siquiera contemplen la posibilidad de ser sobornados con un regalo mensual, bimensual o anual y que en la evaluación de la conducta y calificaciones sean tan objetivos que el favoritismo o autoritarismo no se discuta entre los compañeros transparentando ante ellos los valores de la justicia, equidad e igualdad.
Es necesaria una gestión educativa que ineludiblemente contemple una labor social que vincule a los jóvenes a personas de una realidad más carente y necesitada que la de ellos y que aunque complique la jornada regular de clases forme el valor de la solidaridad y la urgencia de trabajar por el bien común de nuestra sociedad.
El conocimiento de la moral y los elementos que permiten evaluar los actos para realizar juicios acertados de valor aplicados a situaciones de la vida cotidiana, hechos de la vida social y política son como lentes nuevos para evaluar el bien del mal. Insertada esta herramienta en la asignatura pertinente es el mejor legado que se puede entregar a un bachiller.
Personal administrativo al servicio de la misión institucional que facilite los procesos necesarios y un personal de servicio organizado que responda a un orden establecido y refleje también, un buen ambiente al interior de este segundo hogar demuestran a todos quienes comparten este día a día que la servicialidad y disciplina, son parte esencial de una formación integral.
Sé que es factible. La aplicación de los valores humanos son directamente proporcionales a la fe que se tenga en ellos y en que junto a la ética cristiana son la fuente para alcanzar la mayor felicidad humana posible.
María Helena Manrique de Lecaro
Directora de Orientar
Revista Samborondón, 2006