Mi madre, mi heroína

a estado presente a lo largo de toda mi vida y gracias a Dios, sigue estándolo. Siempre me ha proporcionado confianza y seguridad, con una presencia que muchas veces no necesitó de palabras para transmitirme su fortaleza. Mi madre es de pocos halagos, pero muy profundos. 

Exigente, no por lo que me pidiera, sino por su mismo ejemplo, sus expectativas, la autoridad que emana de ella. Cuando la evoco, la veo elegante y combativa, como aquella ocasión en la que de regreso del mercado, llegó indignada porque le habían querido robar y enlodada por haber perseguido al ladrón para impedir el hurto. No recuerdo el fin de esa historia pero si su espíritu luchador del que después he tenido muchas otras muestras. 

Forjó en nuestra vida el deporte como una disciplina. Nunca faltó a un partido de mis hermanos, a quienes su apoyo y constancia ha servido de eje para formarlos como verdaderos deportistas, lo que les ha permitido, hoy en su edad adulta, seguir disfrutando con sus hijos de esta faceta de su vida. Desde que fui adolescente y hasta ahora, la he visto trabajar intensamente y su perseverancia le permitió desarrollar una carrera educativa beneficiando a miles de niños y jóvenes con altos estándares académicos y de formación en valores. Soy testigo de su fidelidad a los más altos valores educativos, ya que he tenido el privilegio de trabajar a su lado por veintidós años.

Su humildad le ha permitido poner su don y rol de mando al servicio de los demás, sin abusar jamás y procurando que cada decisión que debía tomar fuese justa, moral, y personalizada para quien era objeto de ella. Su alto sentido de responsabilidad la llevó a reflexionar siempre y consultar con su equipo de trabajo sobre las ideas y proyectos a emprenderse. Definitivamente proactiva, su vida estuvo llena de logros. Me dio mucha confianza y autonomía porque me convenció de que yo era confiable. Se aseguró de darme primero las herramientas para manejar esa libertad de la que gocé desde mi adolescencia. Hoy es mi amiga cercana, fiable, sabia y amorosa y sigue presente con su energía y solidez espiritual que es luz para quienes la amamos, para quienes la conocen y aún tienen el privilegio de ser parte de su vida.

Mi madre, mi heroína.

María Helena Manrique de Lecaro

Directora de Orientar

Revista El Club de Suscriptores, 2014

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