Los términos para definir las relaciones afectivas entre adolescentes van cambiando en cada época. Los padres podemos sentirnos confundidos de lo que significan, pero los hijos tampoco lo tienen muy claro. Empecemos por intentar aproximarnos a lo que están viviendo.
El término tiene poco tiempo en uso, porque anterior a esta expresión, que nos había costado comprender y aceptar era: “estoy vacilando” o “me está vacilando”, que tenía dos acepciones y que se trasladaron en parte a este nuevo término que confunde a más de un padre y a miles de madres.
“Estar en algo” significa estar en la “previa” del amarre -enamoramiento formal- para poder conocer al sujeto en cuestión. Los medios han variado también hoy, pues son más de pantalla que en persona y en mi criterio por lo tanto, más irreales que reales porque sabemos: la pantalla aguanta todo.
Suele suceder, ya lo he visto, que luego el compartir personal de la pareja ya en status de enamoramiento formal, no corresponde al compartir virtual y tal cual como en las películas gringas en las que todo lo afectivo sucede al revés…terminan, porque nada era como era y la ilusión no responde ni a la expectativa ni a la realidad que se creía, pero que probablemente la pantalla ocultó.
Este status afectivo, muy necesario para toda pareja que quiere saber algo más de la otra persona que le atrae, para saber si lo concreta o no en una relación más formal, tuvo variados nombres en otras épocas. En la mía se llamaba “molestar”. Me está molestando este u otro chico. Siempre tenía una dirección que iba de la iniciativa masculina hacia lo femenino. A diferencia del actual “estamos en algo”, que es bastante más equitativo o bidireccional que la anterior expresión. No sé si tenga que ver con las actuales relaciones más simétricas entre hombres y mujeres, a diferencia de como se daban antes.
Mi abuela decía que en su época las “enamoraban”. En todo caso, creo que el término no es lo importante sino las implicaciones que tenga. He comprobado que las púberes se incorporan a la adolescencia sin tener claro toda esa terminología y más bien se van amalgamando de forma confusa y generalmente los padres no somos capaces de visualizar esa complejidad generacional como para llegar a clarificar todo, antes de que se encuentren embarcados en los intringulis afectivos que de todas maneras van a vivir.
Creo que esa dificultad para insertarnos en ese mundo es lo que les permite vivir con un poco más de privacidad su nueva vida afectiva y además deben guardarse el derecho a hacerlo. Eso marca la pauta de su autonomía e individualización de su persona.
El contenido de “estamos en algo” vuelve a ser ambiguo, como ambiguo era el anterior de “la está, o estamos vacilando”. Porque los límites de “hasta dónde están” depende de la voluntad de las partes. Algunos creen que eso depende de la mujer y yo los apoyo basada en ese antiguo refrán, aún válido, “el hombre propone y la mujer dispone”.
Los límites son los que vuelven la expresión de doble contenido. El primero se refiere a esa etapa de conocer al potencial candidato a enamorado o enamorada y el segundo, medio encubierto, implica lo mismo pero con unas cuantas concesiones como “piquitos”, abrazitos y una validación de los demás de que “ellos están…” aunque no estén del todo. Y el final de esto suele ser, como todo lo que es la vida afectiva: complicada y a veces romántica, emocionante y dolorosa, ingrata pero rica en experiencias de ensayo y error, que luego aplican a las siguientes decisiones fundamentales de la vida. Creo que lo que ayudaría a los miles de padres confundidos es que sus hijos e hijas tengan claro que: “Estar en algo” con alguien vale la pena si es que sirve para conocerlo, si ese chico o chica que le gusta vale lo suficiente como para merecer ser su enamorado.
- Que si en ese proceso de “estar en algo” descubren que no es para ellas o ellos por cualquier motivo que sea, no ocurre nada si quedan como buenos amigos.
- Que no importa cuantos “likes” o “comments” tengan en Facebook de lo lindos que son como pareja, porque lo único importante es la evaluación que cada uno haga de lo que le conviene y no lo que cientos de “likes” digan.
- Que si en ese “estar en algo” mantienen la distancia física, concentrándose en conocerse intelectualmente, se van a sentir ambos más libres para decidir lo que realmente es mejor para ambos.
- Que si involucran la parte física tan emocionalmente potente, ésta se confundirá con la objetividad de la decisión que se debe tomar.
- Que si uno propone tener una relación más física y la negativa de aceptarla aleja al conquistador, es porque no valoraba al otro por su interior y por tanto no valía la pena aceptarlo.
No había escrito antes porque estaba tratando de aproximarme con mayor claridad a este nuevo código adolescente, sin el cual no podría avanzar en ese maravilloso mundo que les concierne tanto a nuestros jóvenes como a los padres y adultos.
Me escriben si descubren nuevas acepciones de esta terminología, que forma parte del complejo y a la vez enriquecedor mundo adolescente.
María Helena Manrique de Lecaro
Directora de Orientar
Revista Vive, 2012