Pretenden entregar el producto al inicio del proceso educativo y recibirlo al final con todos los beneficios incluidos: valores, buenos modales, competencias cognitivas, inteligencia emocional, y más.
Los vi crecer en número a lo largo de mi caminar en la educación, y hoy creo que entre todas las clasificaciones de tipos de padres o estilos educativos, suman los de mayor número. Muchos de ellos viven la jornada de trabajo por partida doble y deben combinar trabajo e hijos, tarea siempre difícil sobre todo para quien debe liderar el proceso formativo de los hijos. Padre y madre en igualdad de condiciones (agotadoras) para los hijos merman la calidad de necesidades cubiertas para ellos, aunque el dinero llegue a casa en mayor cantidad y los hijos vivan súper equipados tecnológicamente hablando.
La necesidad de los padres de encontrar paz y descanso en el hogar, erosiona la fuerza que sostiene su autoridad y ceden a la demanda de formar voluntad, hábitos y disciplina en los hijos.
Otras familias tienen a uno de los padres, la madre generalmente, sin el compromiso laboral y con el tiempo para organizarlo a su disponibilidad. Sin embargo, las he visto también en aquel estilo de vida endosador. Pretenden entregar el producto al inicio del proceso educativo y recibirlo al final con todos los beneficios incluidos: valores, buenos modales, competencias cognitivas, inteligencia emocional, etc… y reclaman durante el trayecto por todo aquello que hace falta en la educación de sus hijos. Acusan a los maestros, directivos y compañeros de clase por aquello que no se suscita en el aprendizaje del sujeto educado.
Creen que la pensión mensual es el valor total del producto finalizado. Exigen sin involucrarse.
Perfil del hijo endosado. Son hijos sin padres o padres a medias, que buscan en sus maestros, compañeros o mayores cercanos, un modelo de identificación, un soporte afectivo, un oído y un consejo. Como es obvio, la mayoría carece de hábitos que soporten un estudio disciplinado con óptimos resultados académicos. Los más aptos intelectualmente se defienden más a base de su materia gris, que a un conjunto de virtudes que los sostengan.
Son parte de aquella generación que hemos llamado “consentida” y que habiendo recibido muchas complacencias de sus padres a nivel material como compensación por la escasez de tiempo parental, están faltos de reciedumbre, y ello les dificulta asumir compromisos, superar frustraciones menores y postergar la satisfacción de sus necesidades que exigen de forma inmediata.
No les hace falta todo a todos. Algunos reciben afecto pero no disciplina. Otros reciben muchas oportunidades de crecimiento extra-curricular, pero no afecto. Los niños o adolescentes más tristes tienen mayor déficit en todos los aspectos. Tienen vidas funcionales en las que sus necesidades básicas están atendidas, pero no así las de orden sicológico–afectivo. Cuando llegan a la adolescencia, su necesidad de apegarse y vivir el amor, los vuelve más vulnerables que otros a los riesgos externos. Es entonces cuando despiertan ciertos padres y se encuentran con un cúmulo de vacíos en el hijo que pretenden llenarlos con terapeutas, clases de refuerzo e inversiones extracurriculares. Los valiosos informes sico-pedagógicos que se solicitan a algunos profesionales cubren a veces raíces del verdadero problema. Pero el endosamiento continúa y el vacío se acrecienta. Allí entran en juego la fuerza interior del joven, la forma en que asimile el bien que el mundo le propone y rechace el mal que tenga cerca, todo lo positivo que haya interiorizado de su propia familia a pesar de las carencias y las elecciones que empiece a hacer a partir de la adolescencia. Muchos salen adelante en la etapa colegial. Los educadores subsidian bastante aquellos vacíos. El perfil de tutores y maestros requiere incluir cada vez más espíritu paternal, que en combinación con las exigencias académicas, no es fácil manejar. Los hijos de padres endosadores quedan desprotegidos en variados aspectos, según sea la carencia en su hogar; pero la médula del endoso, está en que otros deben hacer por ellos lo que ellos no hacen por sus hijos.
María Helena Manrique de Lecaro
Directora de Orientar