¿Quién les habla de sexo a mis hijos?

Depende de ti: ¿quisiste que sus primeras curiosidades las llevara al salón de clases y las contestasen sus compañeros? ¿Evadiste sonrojado sus primeras preguntas diciéndole que más tarde le contestarías? ¿Te conformaste al saber que en su escuela le darían mucha información y valores, y que con ello sus dudas quedarían disipadas? ¿O juntos, como padres, están tranquilos porque su hijo no es curioso, es bien niño y todavía no ha preguntado sobre el tema de sexo y ya será más adelante cuando toque hacerlo?

La realidad es que sus propios cuerpos los invitaron desde muy temprano a tener algunas curiosidades, las diferencias que observaron en el cuerpo de su hermanito o justamente la ausencia de ellos, los besos de papá y mamá o los que vio en la televisión. El niño que en el bus, de regreso al colegio, comentó sobre algo de “hacer el amor”, y de un bebé en la barriga de una tía que algo tenía que ver con eso. La noticia en que dos personas del mismo sexo se casaron o las escenas de un entrecortado acto sexual en cualquier imagen pasajera.  

¿Si no fueron los padres, quién contestó a sus hijos esas preguntas? 

Todo fue respondido y formó en el cerebro de tu hijo como un rompecabezas armado caóticamente que no respetó la edad ni la madurez, y peor contempló los valores en los que tú habías soñado educarlo. 

La mayor parte de las respuestas las fue encontrando en el camino, con las probabilidades más altas de que estas fueran erradas, incompletas y distorsionadas. Sus pares tenían las mismas dudas o traspasaron el error que se venía generando quien sabe desde cuando. 

La televisión fue cubriendo en retazos incompletos parte de esos contenidos, algunos no correspondían a la edad, ni ellos los habían preguntado, simplemente aparecieron de forma invasora, dejando impactada la mente y la pureza de tu hijo. 

Algunas experiencias: 

  • “Sexo seguro”… leyó en una valla y preguntó a su papá qué significaba, pero para poder contestarle había que darle unos antecedentes del tema que no se habían contestado antes. Mejor lo preguntaba en la escuela. 
  • “Mis padres no me hablaron nunca de sexo, ¿cómo podría yo saber hacerlo con mis hijos?” Esto es lo usual y a pesar de la sobre-información de este siglo, en este y otros temas, no logramos vencer el mito del silencio alrededor del sexo, sobre todo al interior de las familias. Sin embargo ésta no es razón suficiente para perenizarlo. Estos hijos están sobre-expuestos a la literatura, contenidos e imágenes eróticas y sensualizadas que los contaminan y les fortalecen criterios anti-amor y anti-vida. Por eso hay que anticiparse. 
  • “Estos no son valores en los que yo quise formar a mis hijos”. Lo vi repetirse una y otra vez en padres de familias que se confiaron de que sus valores se transmitirían por osmosis y gracias a su buen ejemplo. Pero hoy la avalancha de anti valores gráfica, explícita y subliminal es agresiva y se accede a ella las 24 horas; y aunque no se la pida, ésta llega a la intimidad de los hogares gracias a las pantallas que comparten la vida cotidiana. Imposible correr el riesgo con algo tan delicado. Muchas cosas pueden evadirse sin mayores consecuencias, esto no. 
  • “¿Cómo abordar estos temas sin causarles vergüenza?” La vergüenza está causada por la distancia con el tema, por la falta de familiaridad con este o porque lo relacionaron con algo sucio, feo e indigno. A veces también por un falso pudor. Tratarlo tempranamente permite que el diálogo fluya en el momento en que surge la inquietud sin esperar momentos especiales. 
  • “No hubiese querido que mi hija se entere de esa forma… y no sé exactamente quién o cómo fue, pero su reacción me basta para estar segura de que lo primero que supo del sexo fue de la forma incorrecta. Esto me duele. Hace pocos meses pensé que era muy pequeña para asistir a un taller (de educación para el amor); enmendar es más duro que construir.” Uno de los peores legados que la vida te puede dejar es que la primera impresión sobre la maravilla de la sexualidad te la dejen deformada, y que cuando quieras hablar de ello con tu hijo, él se niegue avergonzado creyendo que tú le hablarás de algo que no merece ser tratado entre padres e hijos, porque es inmundo. 
  • “Hay tantas dudas en los padres y tanto deseo de aprender”. Esa es la actitud que logra romper el mito y cambiar los paradigmas en que muchos padres se educaron. 

¿Hay alguien mejor que un padre para hablar de temas tan esenciales? ¿Cómo es el cuerpo y cómo aprender a protegerlo, el ser mujer y ser hombre? ¿Cómo expresar el afecto a cercanos y defenderme de los extraños, el primer amor y el enamorado adolescente, la relación sexual y su vínculo con el matrimonio, el origen de la vida y la maravilla del embarazo? 

El mundo, sin duda, les hablará de ello pero no de la forma y con los valores con los que los padres quisieran. Nadie le pondrá el amor que esto merece.

Superar el temor de hacerlo, capacitarse con un libro dirigido a niños, consultar a un especialista en el tema, asistir a un taller que le dé la metodología apropiada y los conocimientos para dirigirlos según la edad de sus hijos, es su responsabilidad y una demostración de amor. 

Recuerda que la ignorancia no es la forma de proteger a sus hijos, sino la vía más segura de dejarlos indefensos. La educación sexual no promueve conductas o actos sexuales, al contrario favorece el manejo responsable de ella, evitando abusos o conductas de riesgo. 

Anímate por la opción que requieras para romper la tradición del silencio de tu infancia. Nadie dará educación sexual a tus hijos como tú que eres su padre. ¡Capacítese y supere su propia educación sexual!

María Helena Manrique de Lecaro

Directora de Orientar

Revista Vive, 2010

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