Si los padres supieran…

… todo aquello que impregnan en sus hijos e hijas con cada palabra y gesto, con cada actitud o silencio.

Si ellos supieran antes de vivir la paternidad que nada de lo que hagan o digan escapa a un influjo poderoso en la personalidad que se forma día a día en sus hijos y que luego, aún cuando ya estén formados y quieran disimularlo, siguen siendo el referente más importante de toda su existencia.

Recuerdo cuando me convencí que podía ser una gran periodista, porque papá halagó unas pocas líneas que había escrito y me mostró el premio que Oriana Fallaci, una osada y gran periodista italiana, había obtenido, haciéndome creer que no habría distancia alguna entre ella y yo, si estudiaba y me esforzaba como debía.

Recuerdo la seguridad con la que salía de casa al mundo porque papá me inflaba de un poder interior que me hacía creer que era capaz de lo que me propusiera por grande que pareciese.

Recuerdo que el era un caballero y eso me dio la medida para distinguir entre los amigos o conocidos que lo eran, de quienes no lo eran y al soñar en el hombre de mi vida, era obvio pensar que para mí, nadie podía ser menos que el hombre que más me amaba y respetaba en el mundo, que era mi padre.

Recuerdo que me dio la óptica de hombre respecto de las mujeres, para distinguir las  que eran unas damas, de las que no lo eran. Y así, cuando se amplió mi entorno, podía distinguir a esas mujeres que mi padre no quería que yo fuese.

Recuerdo también con claridad sus defectos y sin embargo se pierden en todo el amor con el que quiso transmitirme lo mejor para mi vida, inclusive, si el no lo vivía. Me transmitió ideales altos y sobre todo una conciencia de misión, de aportar al mundo algo trascendente. Recuerdo como fue relatando en sus continuas charlas, las historias y ejemplos familiares que daban testimonio de algún valor.

Al final de su vida y sabiendo que partía, mi padre comprendió en toda su magnitud que la verdadera vocación de cada persona es el amor y quiso vivirlo con la mayor intensidad posible y nos regaló a sus hijos y familia la mejor parte de su vida. Una vida renovada en entrega que se volvió un vínculo más cercano, una presencia más constante en la que compartía enseñanzas de inmensa sabiduría.

Si los padres supiéramos desde el principio todo lo que determinamos en nuestros hijos desde el primer instante en que los tenemos en nuestros brazos…

María Helena Manrique de Lecaro

Directora de Orientar

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