Porque anhelo a cada instante amar y ser amada, porque fue mi necesidad básica apenas llegué al mundo. Y porque gracias a que mis padres satisficieron esa necesidad, me sentí amada y engreída por mi Padre Dios, imaginando que estar junto a Él debía ser parecido a la sensación de seguridad que me daba mi padre en su regazo, aún cuando era adolescente. Recuerdo el instante de mi niñez en que le pedí a Dios que me mostrara, aunque fuese brevemente, la imagen del chico que sería el hombre de mi vida, porque seguramente yo soñaba con ser amante en matrimonio.
Recuerdo haber soñado con hijos, con una familia grande como la mía, que viviese la misma alegría que, aunque no estuvo exenta de dolor, dejó un saldo positivo en el camino del amor.
La experiencia del amor empieza desequilibrada en la vida.
El querer humano –dice Aquilino Polaino- tiene un cierto condicionamiento en las tempranas experiencias que se han vivido respecto de haberse sentido aceptado, rechazado, tratado con indiferencia o acogido.
Y de ello se forma la raíz de auto-estimarse, o no. El niño empieza recibiendo, sin dar en la misma medida, hasta que configura con la madurez ese balance afectivo en el que espera amar y ser amado.
Pero si en el transcurso de ser alimentado inicialmente en ese abundante amor que necesita para crecer seguro y con autoestima, queda interrumpido por algo, ese niño luego hecho adulto, hambriento de afecto, es un “tomante”. Solo toma de lo que le dan, hurta y mendiga el afecto de cualquier manera, pero es incapaz de amar a otro, puesto que carece de su propia fuente y receptáculo de amor. Es un dependiente de los demás, cuyas relaciones afectivas son con frecuencia complicadas, por decir lo menos, pues necesita el amor para vivir, pero no tiene de donde obtenerlo para entregarlo. Su autoestima, por tanto, depende exclusivamente del valor de esos afectos que mendiga y que varían según las experiencias afectivas que transite. Su seguridad es volátil.
De aquí la importancia de crecer con la conciencia de vivir como amantes. Con el amor como eje de la formación de la personalidad y autoestima de quienes dependen de nosotros. Con la humildad para decirle al otro cuánto lo necesitamos y cuánto no podemos vivir sin él, porque lo amamos y lo elegimos para vivir y compartir la vida juntos. Con la caridad para buscar y atender a quienes se van enfermando o viven la soledad. Con la fuerza para vivir el detalle, alimentando ese amor que puede crecer, en lugar de decrecer, para gozar la vida en lugar de esperar la muerte.
“Amantes” es el video que acaba de ser lanzado este 14 de febrero anterior en el Vaticano frente a miles de parejas. No te diré lo que busca para que lo concluyas tu mismo luego de verlo en youtube o en la página web del mismo nombre, que contiene un test que te permitirá conocer tu forma de amar y mejorarla como una necesidad vital.
María Helena Manrique de Lecaro
Directora de Orientar
Revista Vive, 2014